TIERRA, CONVIVENCIA E HISTORIA: LAS FIESTAS TRADICIONALES EN ROSALES


Artículo de divulgación

Memorias del coloquio Hablemos del Camino Real de Tierra Adentro 2015

Por Rafael Ortega Sinaloa

Sabemos, gracias a los historiadores, que la avanzada de los españoles en el proceso de conquista de nuevos territorios hacia lo que hoy conocemos como el norte de México echó mano de una serie de instituciones como las misiones evangelizadoras jesuitas y franciscanas, los reales de minas, los presidios, las haciendas agrícolas y de beneficio de metales, las villas y ranchos, etc. todos ellos unidos por una vía que los comunicaba desde la ciudad de México hasta Santa Fe (hoy en Nuevo México, EEUU). Sin embargo, este proceso fue bastante prolongado y dicha vía no solamente contaba con los ramales que comunicaban algunas poblaciones que no estaban dentro de su trazo principal y que se encontraban tan distantes como el corazón de las barrancas de la sierra madre occidental, sino que además fue variando según las condiciones políticas, económicas y geográficas que se iban presentando a los largo de los siglos de dominio español. Esta ruta fue conocida como El Camino Real de Tierra Adentro.

Por otro lado, pensamos como algunos historiadores que esta ruta sigue teniendo, hasta la actualidad, una continuidad en términos de comunicación y cultura muy importante; a través de ella siguen fluyendo productos, noticias, conocimientos, sabores, colores, cuentos, leyendas, fiestas, fe, y otros elementos importantes del patrimonio cultural con los que la gente de cada región por la que pasa se identifica plenamente. Esto justifica entonces la intervención del Centro INAH Chihuahua en la investigación, conservación y difusión de las herencias culturales de dicha ruta en territorios chihuahuenses.

El patrimonio cultural de cada región se va construyendo como resultado de la relación de los grupos humanos con el medio ambiente en el que viven, por un sinfín de actividades que asocian la vida cotidiana de las personas con el espacio que ocupan en periodos de tiempo de corta, mediana y larga duración.   Así, la expresión del patrimonio cultural de cada región conjuga la relación entre espacio, tiempo e interacción humana. Es decir, es resultado de un proceso histórico que se registra tanto en los documentos como en las memorias de las personas.

Es importante señalar las particularidades del espacio específico que es apropiado por cada grupo humano mediante el trabajo, la convivencia y sus interpretaciones sobre el mismo, convirtiéndolo de esta manera en su territorio, en su terruño querido, porque esas peculiaridades van tejiendo las expresiones culturales que le dan su sello característico, su identidad.

En estos espacios ocupados por seres humanos se reproduce una manera particular de percibir e interactuar con el medio que los alberga, que la va dando su particularidad en términos socio culturales y que se expresa a través de la reproducción de los discursos, las actividades y la producción de objetos materiales específicos muebles e inmuebles, conformando así lo que se denomina patrimonio cultural tangible e intangible: lo que podemos ver, tocar, saborear, oler, pensar y disfruta, pero también lo que podemos pensar, aprender y trasmitir de generación en generación y que nos hace identificarnos con esa porción del planeta a la cual pertenecemos. Es un espacio muy breve para exponer la diversidad del patrimonio cultural de Rosales, solamente expondremos en esta ocasión apenas un vistazo a lo que algunos de sus pobladores nos pudieron compartir.

Dentro los elementos que conforman el patrimonio tanto tangible como intangible de la localidad de Rosales[1] y su región podríamos mencionar aquellos hechos o actividades que se realizan año con año y que permiten a los miembros de la región un espacio para la socialización en ambientes religiosos y lúdicos. A través de estos encuentros anuales los miembros de las localidades que forman parte del municipio de Rosales y de otras comunidades aledañas se reconocen como miembros de un territorio, con una forma de vida muy específica que los hace sentirse identificados, nos referimos por supuesto a las celebraciones tradicionales.

Durante la planeación del evento Hablemos del camino real en Rosales[2], realizamos algunas visitas a esta localidad y buscamos gente de la región que nos ayudara a hacer un recuento y recuerdo, desde su memoria, de sus experiencias, de sus historias acerca de estas celebraciones. Para ello reunimos a un pequeño grupo de colaboradores quienes con mucho entusiasmo nos apoyaron armando un taller de memoria histórica para recordar cómo se convivía antes,   al menos desde sus propios recuerdos y los de sus padres y de sus abuelos. También aportaron algunas fotografías que enriquecieron el trabajo que a continuación se presenta.

Dentro de las festividades que nuestros anfitriones recordaron ubicamos dos tipos: por un lado, aquellas fiestas que están asociadas a las conmemoraciones religiosas o fiestas patronales. Y por otro lado, las festividades que conmemoran hechos históricos, principalmente asociados al proceso de conformación del estado mexicano moderno

En este espacio nos gustaría citar algunos de los recuerdos de cómo se realizaban las fiestas religiosas: por un lado, las celebraciones religiosas tenían un momento ceremonial asociado a lo sagrado, la celebración comenzaban con una misa de medianoche en la cual se conmemoraba el santoral del santo patrono de la localidad, que en el caso de Rosales es La Santa Cruz a quien después de la misa se le dedicaban danzas de matachines durante toda la noche para lo cual era necesario reunir previamente a músicos y danzantes de la propia localidad o de localidades vecinas.   Por la mañana, después de las celebraciones religiosas, el párroco y un equipo de feligreses organizaban una Kermes en la que gente del pueblo y de otras localidades convivían consumiendo alimentos tradicionales y advirtiéndose en varias atracciones que llegaban con los festejos o bien en os juegos tradicionales que se organizaban para el festejo como el palo encebado, el marrano encebado, las sortijas, el gallo enterrado, carreras de caballo y rodeo, que cómo podemos observar guardan una relación con el carácter ranchero y campesino de la identidad regional.

Por las tardes, se podía asistir a las llamadas carpas, que se instalaban en las calles principales del pueblo en las que se presentaban cantantes reconocidos a nivel regional o incluso a nivel nacional. Por las noches era una tradición y la máxima atracción del festejo el baile de gala. La mayoría de los adultos y particularmente los jóvenes, esperaban con júbilo esta fecha del año: era casi obligación estrenar ropa y zapatos. Las mujeres ordenaban la hechura de su vestido con bastante tiempo previo con alguna costurera de la localidad, algunas lo compraban ya hecho en las tiendas de delicias o se daban el tiempo para ir a Chihuahua. Era toda una tradición ir a bailar el 3 de mayo por la noche con grupos musicales de reconocimiento regional.

Actualmente sigue habiendo festejos pero según la observación de nuestros informantes es visible de la pérdidas y transformaciones de algunos elementos culturales.

A manera de conclusión podríamos decir que las conmemoraciones y festividades cíclicas cumplen con la función de reproducir nuestra identidad, nos invitan a reflexionar sobre quiénes somos, de dónde venimos, y le dan sentido a nuestra existencia en un mundo en constante cambio. Por esta razón planteamos como una labor importante coadyuvar como institución para crear espacios de reflexión comunitaria en torno a estos elementos del patrimonio cultural vivo, documentarlo y socializarlo entre quienes lo poseen y lo viven y resguardarlo para el conocimiento de futuras generaciones.  

 

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[1] Antiguo pueblo de misión franciscano llamado Santa Cruz de Tapacolmes.

[2] Evento de difusión del patrimonio cultural desarrollado en la localidad de Rosales en diciembre de 2015.

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